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Mostrando entradas de 2012

Garabatos grises que posan sobre el papel.

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Hacía un pantano espeso por la noche, divagaban luces blondas como almas desiertas. Oí el cantar de un grillo, ése, el de sus ojos, quien me anunciaba el despertar. Y fue así, justo ahí, cuando su alma entró en mi sombra, fúlgida, erizándose toda mi piel. Y fue ahí, justo así, como las aves embriagadas salieron de mi pecho alzando el vuelo alto, rápido, queriendo huir. Pero ya era tarde, su aroma a flores frescas las hizo volver. Y entonces se calló el mismo silencio y no se escuchó nada, nada. No se escuchó siquiera el eco del aullido del aquel lobo. Y de la nada, o tal vez de la penumbra, brotaron colores surtidos, cautelosos, sin querer ser vistos, como de melodías vacías y difusas que a lo lejos se divisaban. Y la pared se me hizo encima, fría, pálida, como cal helada. Y me estremecí fuerte, eufórico. Pero la pared se quebró de un sacudido.  Y cambió la perspectiva. Lo que antes era pantano, se volvió cielo, o mar,

3:33 a.m.

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Me enloquece que me mires cuando sabes que te veo. Me enloquece verte caminar apresurada cuando sé que te diriges hacia mí. Me enloquece tu pecho, cuando tu corazón acelerado te delata. Me enloquece cuando bajas la mirada y sonríes en silencio si te digo algo bonito. Me enloquece tu silencio cuando habla. Me enloquece tu voz cuando la escucho. Me enloquece tu olor, tu cabello, su fragancia. Me enloquece el brillo en el café de tu mirada. Me enloquece tu boca rosa, sin espinas ni cuartadas.  Me enloquece que tu mano encaje con la mía. Me enloquece cuando nuestros pasos son unísonos al caminar. Hay alguien que a lo lejos nos mira,  tan lejos que ni tú ni yo lo vemos, pero él nos mira sonriente. V e como entre la noche nos perdemos,  como una brisa nos balancea  de lado a lado. Él sigue allí, mirándonos , viendo como a lo lejos  ya no somos más que un pequeño reflejo  que va perdiendo su lucidez y se destiñe. Él, sentado a lo lejos, nos escribe.

Cecilia.

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Era sábado por la noche, día en que Cecilia conocería el amor... Y enloquecería. Cecilia, una joven de 19 años. Vivía al noroeste de Italia, en la ciudad de Alessandria. Era su familia de clase media-alta, vivía con sus padres y su hermano menor, Alessandro, de 4 años. Era conocida en su ciudad como  «La mujer perfecta » así le solían llamar en aquel entonces, antes de que rompiera con la razón. Su historia comienza así: Hacía un día frío, un véspero melancólico perfecto, de esos que traen recuerdos de un pasado oscuro muy difícil de olvidar, como lo era el de Cecilia. Estaba ella sentada en un banco solitario a un lado de la plaza cercana a su hogar. Sobre ella, un cielo amarillento que poco a poco enmudecía, moría sin dejar rastro, sin estelas, sin nubes que lo adornaran, simplemente moría amarillento, silencioso; así moría. Ella chupaba de su cigarrillo, admirando la perspectiva hambrienta que caía sobre el horizonte , y frente a ella, una perspectiva bondadosa, que a lo lejos c

Delirio.

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Él abre los ojos, se ve reflejado en el espejo. Parpadea, ya no está el reflejo en el espejo. Parpadea, ya no está el espejo. Hay una pared con su sombra, él la ve. Parpadea, ya no está la sombra. Parpadea, ya no está la pared. Se ve a sí mismo. Parpadea, él ya no está. Cierra los ojos. Imagina y se ve. Abre los ojos, ya no existe el mundo. Vuelve a cerrar los ojos, se ve. Parpadea, desaparece su mundo interior. Ahora sólo queda él, aislado de la realidad, horrorizado de su situación. Teme parpadear y desaparecer completamente.

Y tal vez mañana...

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Y tal vez mañana no recuerde de qué color eran sus ojos, pero si un día lejano se atreve nuevamente a pasar frente a mí, la reconoceré enseguida por su tímida mirada. Y tal vez mañana no recuerde su boca, pero si un día lejano se atreve nuevamente a pasar frente a mis labios, la reconoceré enseguida por sus besos. Y tal vez mañana no recuerde su cabello, pero si un día lejano se atreve nuevamente a pasar frente a mi olfato, la reconoceré enseguida por su fragancia. Y tal vez mañana no recuerde sus manos, pero si un día lejano se atreve nuevamente a entrelazarlas con las mías, la reconoceré enseguida, porque encajarán perfectamente. Y tal vez mañana no recuerde quién es, pero sabré que es ella.

Un amor apresurado que llegó despacio.

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No sé cuánto tiempo habrá transcurrido. Te he esperado en este lugar durante años, sentado justo en esta silla, leyendo cualquier cantidad de libros, viendo el tiempo pasar. Algo de este sitio me condujo a ti, a esperar por ti, incluso sin tener la seguridad de que vendrías, pero te esperé. Y me alegra verte hoy. Es un buen día. Te busqué en mis textos, en otros textos de letras ajenas, y no lograba hallarte, sabía que debías ser real. Algo de mí te encontró dentro de mí, conmigo, por eso me decidí a esperar. En pausas, solía mirar personas caminar; en pausas, escuchaba sus quejas y sus problemas. En pausas solía imaginar que te veía, que vendrías. Y ahora que te veo lo confirmo; no eres tan hermosa como pensé, lo eres mucho más. Te echaba de menos en mis tardes solitarias, oscuras y vacías. Que por cierto, escribí un montón de cartas que fueron hechas sólo para ti, pero todas las quemé, jugué con sus cenizas y las lancé con dirección al viento. Hacía mucho que no escribía y

Sombra de lobo.

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Él, el oscuro caballero hechicero de traje formal negro, la calamidad brilla en sus ojos. Al caminar desata furia; con sus pasos arrastra al viento. Deshace todo lo que está en su lugar. Su alma está desnuda y turbia, su corazón está esculpido con la imagen de un recuerdo.  Él, ríe sin gracia, a veces, ve sin mirar. Su rostro está sombrío y su sombra es solitaria. No tiene compromisos, sólo anda, anda sólo por andar. Camina despacio, prisa no tiene; nadie lo espera al otro lado, nadie lo busca en este lugar.  Él está solo. Su alma es nómada, su espíritu bohemio. Hace mucho que no habla, su silencio es mudo, su voz también lo es. Para romper con el silencio tiene que besar los labios del amor, lo que para él es una desgracia.  Él, silente como la muerte, desgarrador como el olvido. Su infierno es sólo uno: Él.  Son sus noches de viajes largos. Visita los más recónditos rincones de su ciudad, de la ciudad vecina, de la ciudad lejana, de la ciudad que nadie atreve a pisar. De día

El Yo de mi otro Yo.

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El séptimo hijo de un séptimo hijo. De piel blanca, alma oscura, corazón vacío y mente abierta. No sé cuál es mi nombre, pero a decir verdad, todos me llaman por el mismo que se me puso al nacer. Si algún día se encuentra con mi presencia en el camino,  no me hable de pasado ni recuerdos, que no vivo del ayer. Sé quién soy yo y usted es mi mayor prueba de que existo, en cambio usted, no sé realmente si es real. Sé de dónde vengo y hacia dónde voy, es el mismo lugar; no existe tiempo ni espacio, sólo existo yo. Muchos le llaman muerte. No tengo edad. Tengo un tiempo, una vida y un instante que parece ser eterno, por ahora. Vivo en mi propio mundo, aunque usted me vea en el suyo. Creí conocer el amor en una chica que no conocía, poco tiempo después, lo volví a conocer y por nombre llevaba el mismo que pronunciaban mis labios para referirse a quien me trajo al mundo con vida, sin duda, se trata de mi madre. Una mañana conocí el futuro y no pude cambiarlo. Entendí: La vida es com

Se trataba de mi muerte.

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Recuerdo que, esa noche caminé despacio entre los pasillos sombríos de mi casa, hasta poder llegar a mi destino: El espejo.  Al estar justo al frente de aquel retrato con vida, miré con exactitud y me encontré con que yo no estaba, lo había todo, a excepción de lo que no, cada cosa intacta en su lugar, pero yo, yo no existía dentro de él.   Le hablé y no respondió, le grité y no respondió, le pregunté el porqué no estaba yo allí dentro de él y no me respondió, todo parecía ser en vano. Lo quebré; lo lancé y golpeé cuantas veces pude, no entendía nada. Bañado en sudor, en sangre y en dudas, corrí, huí de toda aquella absurda realidad.  Agonizaba, ya mi casa no era sólo un corredor de pasillos oscuros, sino que era también un laberinto de paredes altas y con poco oxígeno para respirar. Al salir de casa, lo primero con lo que me encontré fue con no encontrar mi sombra, ésta tampoco estaba. Qué extraño, ya no hallaba nada de mí. Creí que la luna tal vez me respondería por ello, pe

La soledad y yo, la soledad soy yo.

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La soledad siempre está, pero no siempre se siente. La soledad es un grito de silencio que se hace eco en mi cabeza y hace ruido en mis oídos. La soledad lo es todo y nada, es mirar alrededor y ver todo lo que te pertenece, es saber que todo aquello vale mucho y a la vez no vale nada. La soledad es encontrarme, es perderme, es no saber qué hacer. La soledad somos nosotros, en compañía de los recuerdos, de lo que ya no está pero aún existe en la memoria. Es sentir el buen aroma de una rosa, aunque ya se encuentre marchitada. La soledad es un vacío que se siente, que se llena de sí mismo. La soledad es estar sentado en el sofá, escribiéndole a la soledad. La soledad es asomar la vista a la ventana, ver rayar el alba, escuchar el cantar de los pájaros, de los gallos; es sentir la naturaleza, saberla apreciar.  La soledad y yo andamos de la mano, podría ser mi novia, hasta sería capaz de casarme con ella, con tal, nunca me abandonará. La soledad es conocer

Tu adiós, fue mi despedida.

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Más de la mitad de mí, se quedó en ti el día que te vi partir. Razón tenía de notarte tan llena y reluciente y yo, tan vacío y sin vida.  Unidos éramos elixir, solíamos estar juntos cada amanecer. De a momentos creo que me acostumbré a ti y fue así como allí quedó mi alma, enterrada dentro de ti con vida aún. Sólo aquí, hoy te digo: Tu adiós no fue tan sólo éso, fue también mi despedida, mi último soplo de aire al viento, mi último caminar con huellas hacia la eternidad. Ahora no soy más que uno más de aquellos muertos que caminan, vuelan o se arrastran; de los que mirando al cielo alto buscan en el nuevo día una nueva oportunidad sin encontrarla. Léase la inicial de cada párrafo.

Mi felicidad soy yo.

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Y estaba yo allí, sentado frente de mí mismo, mirándome a los ojos como quien se halla dentro de su propio reflejo. Aquella tarde, me cuestionaba muy seguido, sólo intentaba comprender qué era la felicidad y de qué dependía la misma. ¿Qué es la felicidad?  — Me pregunté — Mirándole los ojos a mí mismo. Cuando de pronto sólo se escuchaba el silencio, fue tanto que me hizo cerrar los parpados muy despacio, a lo que al finalizar sentí como su voz se hacía oír en mi conciencia. Ésta me decía: "La felicidad no es más que un estado de ánimo que mantendrás vivo y harás eterno, mientras ames lo que hagas sin importar lo que los demás hagan por ti." Su respuesta me había dejado un poco inquieto, así que le miré a los ojos y pregunté: ¿Por qué no soy feliz? Éste me respondió: "Sólo ves lo que hacen los demás y no te fijas en ti mismo, pasas la mayoría del tiempo juzgando a quienes no conoces y sin razones aparentes, y además, lo que hacen a tu alrededor te afecta tanto, has

Amor, no me olvides.

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Sigiloso fue nuestro amor antes de tocar la puerta, pero para sorpresas del destino, ésta ya estaba abierta. Te dí la bienvenida a mí, como quien ya se esperaba, a pesar de que no, yo sin conocerte te deseaba. Me convertí en lo que siempre creí no poder ser, me hice día en tus noches, y cielo abierto en tus mañanas cada amanecer. Te tomé de la mano y aprecié como a una dama, primero te amé, después te llevé a la cama. Juntos rozamos piel, alma y gloria, aún mantengo el secreto vivo en los recuerdos de mi memoria. A veces casi siempre vivimos mucho más de lo narrado, y como si fuese poco, aún sigues tú estando a mi lado. No existe sol más lindo que el que se refleja en tus ojos, ni mejores labios con sabor a fresa como son los tuyos, color rojo. No existe sonrisa más pura como la que veo en ti, siempre que me besas, sonríes y me miras, me haces un tanto más feliz. Conservo nuestro amor como mi mejor tesoro, no sólo eres mi novia, también eres mi

Amor efímero, no pasajero.

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Parece que hubiese sido ayer, cuando caminaba dentro de tus pensamientos, erizando por completo cada poro de tu piel. O cuando solías salir corriendo y gritar a tu silencio que yo lo era todo; tu mayor sueño, tu mejor ilusión, tu alegría. Y también parece ser ayer, como cuando con lágrimas en los ojos me susurrabas al oído: "Te quiero. Pero me rindo, no puedo más." Ahora, creo oír tu voz al escribirte, sentir tu olor al describirte, y es inevitable este dolor después de irte. Fuimos un amor efímero, no como el de cualquiera, éste fue nuestro amor; único, eterno y verdadero, pero sólo mientras duró. Me siento melancólico al recordarte como sólo un recuerdo, como algo que estuvo, pero que ya no está. A piel desnuda escribo cada letra, en honor a los momentos en que rozábamos nuestras almas al compás del corazón. Ya hice invierno de todas nuestras primaveras y veranos, pero aquí, después de tanto, me es inevitable impedir que se vuelvan otoño. Parece que hubiese sido aye

Meditando sobre la niebla.

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Era tarde, la noche de aquel día. Caminaba con sentido hacia ningún lugar, con la intención de encontrar lo que ya se hacía por perdido. Sí, mi intención era encontrar la paz que el tiempo había dejado atrás, escondida en un abismo que no me atrevía a pisar. Después de transitar fríos caminos, decidido a hallar de nuevo lo que algún día había sido de mi pertenencia, me arriesgué, dando un paso al más allá sentado bajo la luz de la luna, meditando sobre vientos de neblina que habitaban a mi alrededor.   Transcurrido ya el paso del tiempo, me vi caer sobre la nada. Érase un lugar muy oscuro, mi visión no estaba acostumbrada a tanta oscuridad. Mi cuerpo, era sensible y era casi visible, estaba rodeado de una vibración incontrolable, y a mis oídos, un sonido tan insoportable que me hacía recordar a mi despertador, o algo similar a ello, lo que enseguida me llevó a pensar que quizás era el despertador del alma. Sentí miedo al momento, luego recordé el motivo por el cual hacía lo que est

Calles vacías y frías, bajo la luz de la luna.

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Son calles frías y vacías las que transcurro a media noche, donde sólo la soledad siento que me acompaña. Semáforos paralizados, callejones oscuros, casas abandonadas, luces a lo lejos y una sombra que deriva de mi esbelto cuerpo, reflejada por el resplandor de una luz que a lo lejos me ilumina desde el cielo. Es esa luz, un diminuto punto blanco que se divisa a lo alto de un cielo oscuro, color negro. Aproximadamente a 400.000 K.m de nuestro planeta Tierra, sobre la galaxia, en el universo, está esa incandescente luz llamada "Luna" la cual después de cada atardecer y al caer la noche, acompaña al caminante en sus caminos. Brindando la claridad necesaria para mirar, para saber que no se está tan solo debajo de esta enorme esfera en la que me encuentro, y en la que vivo. Hoy puedo decir que este grandioso satélite, se encuentra en su más puro estado; el plenilunio, fase lunar en la cual debido a los movimientos de rotación del planeta, su ángulo de elongación es de 0º y su

Navegando entre fantasías de papel.

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Desbordaré un río de tinta de mi casa, hacia tu vida. Te haré llegar este barco de papel donde se refugian todas mis letras. Habrán vientos y no a mi favor, queriendo desviar mi envío, pero cuando el camino es recto, no hay quien cambie su dirección. Te regalo mis últimas letras, sí, porque posiblemente desde hoy, no vuelva a escribirte más. En cuanto al tiempo, ya ha hecho de las suyas. De tus recuerdos,  sólo conservo tu amor, como una conquista, como un pequeño error. Te hecho de menos pero, ya tengo a alguien más a quien versar. Me perdí en ti, para encontrarme en mis letras, no dudes en pensarme, si me quieres recordar. Tengo el corazón ahogado en alcohol, sólo así evito que grite tu nombre al salir el sol o al despertar, sé que él se acostumbrará, se resignará. Te escribo ésto al amanecer, como cuando antes solíamos hablar, como cuando en el parque reíamos,  como cuando contábamos las estrellas

Emociones y sentimientos.

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Hola Amor, ¿cómo has estado? Pasa adelante, hace tanto ya que no me visitabas. Linda sorpresa tu presencia aquí esta noche. ¿Qué llevas allí? ¿Es para mí? ¡Muchas gracias! Me has traído el Té extraño de parte de Esperanza, puedes decirle que todavía me tiene, que no me ha perdido. Soledad se ha sentido sola, hace lágrimas que no le haces compañía. Estuve todo este tiempo conversando con Melancolía, de lo bien que me hace sentir el placer, pero de lo mucho que te echo de menos. Hace días vi a Tristeza sonreír sobre un rostro vacío que miraba, ¿qué le sucede? he llegado a pensar que sufre de bipolaridad o hipocresía. Añoro a Felicidad, hace pasos que no la escucho caminar por mi cabeza. He sentido a Decepción recordando la ira de aquella noche, cuando discutimos con la razón de quién mentía. Sé que todo fue un malentendido, lo siento por eso. Pero... ¿A qué se debe tu visita? Veo que además de ese Té extraño, traes a Olvido. ¿Qué piensas hacer con él? No quiero que me devuelvas lo qu

Rastros del otoño del ayer.

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Hoy mis recuerdos vuelan sobre alguna nube de papel, intentando encontrar el aire que se desvaneció junto a tu adiós. Hacen falta tus suspiros para poder respirar, tus labios para quedarme sin aliento, tu piel sobre mi piel para hacerle saber a esta vida, que aún sé lo que es vivir. Cada árbol me regala hojas de papel en blanco para recordarte, para escribirte, para hacerte saber que sigo vivo. Este sol de primavera me recuerda cuando tus labios jugaban a regar mis sentimientos, hasta hacerlos crecer y florecer hacia lo alto. Hoy mi voz no es suficiente, por eso callo, por eso escribo lo que siento. Mis ojos brillan, no igual que antes, al igual que ayer, siguen en la lucha de no poder volver a verte, de no poder volver a hallar en ti, su oscuro reflejo. Conservo tus recuerdos como mi mejor ceniza, como la mejor manera de sentir tu adiós. Te veo en mis sueños, al cerrar los ojos, al volver atrás; al intentar volverte a ver, no te veo más, no te encuentro, no te hallo. La luz que brilla