Un amor apresurado que llegó despacio.

No sé cuánto tiempo habrá transcurrido. Te he esperado en este lugar durante años, sentado justo en esta silla, leyendo cualquier cantidad de libros, viendo el tiempo pasar. Algo de este sitio me condujo a ti, a esperar por ti, incluso sin tener la seguridad de que vendrías, pero te esperé.
Y me alegra verte hoy. Es un buen día.
Te busqué en mis textos, en otros textos de letras ajenas, y no lograba hallarte, sabía que debías ser real. Algo de mí te encontró dentro de mí, conmigo, por eso me decidí a esperar.
En pausas, solía mirar personas caminar; en pausas, escuchaba sus quejas y sus problemas. En pausas solía imaginar que te veía, que vendrías. Y ahora que te veo lo confirmo; no eres tan hermosa como pensé, lo eres mucho más.
Te echaba de menos en mis tardes solitarias, oscuras y vacías. Que por cierto, escribí un montón de cartas que fueron hechas sólo para ti, pero todas las quemé, jugué con sus cenizas y las lancé con dirección al viento.
Hacía mucho que no escribía y hoy que por fin me decido, tú apareces. Apareces cubierta de ropa y con el alma desnuda, tendida sobre mí; con tus tibios labios color rosa y tus lindos ojos grandes que me miran. Con aquella maravillosa figura de mujer perfecta.
Y ahora que te tengo, no te dejaré ir. Y si te vas, te irás conmigo, aunque me duela dejarnos ir. Jamás te tuve y hoy te tengo, no sé si llorar de alegría o sentarme una vez más, para sonreír. Quisiera creer que eres un sueño, porque lo fuiste, sólo que ahora te has vuelto realidad. Realidad dentro de la realidad, casi imposible.
Y ahora que ya estás aquí, conmigo; abrázame fuerte, tan fuerte como puedas hasta que mi corazón reviente, porque es tuyo y te quiere. Que por favor reviente. ¡Aprieta fuerte! ya es tiempo de que yo pueda vivir dentro de ti, latiendo dentro de tu corazón que ahora es mío, amor mío.




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