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Mostrando entradas de octubre, 2012

Garabatos grises que posan sobre el papel.

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Hacía un pantano espeso por la noche, divagaban luces blondas como almas desiertas. Oí el cantar de un grillo, ése, el de sus ojos, quien me anunciaba el despertar. Y fue así, justo ahí, cuando su alma entró en mi sombra, fúlgida, erizándose toda mi piel. Y fue ahí, justo así, como las aves embriagadas salieron de mi pecho alzando el vuelo alto, rápido, queriendo huir. Pero ya era tarde, su aroma a flores frescas las hizo volver. Y entonces se calló el mismo silencio y no se escuchó nada, nada. No se escuchó siquiera el eco del aullido del aquel lobo. Y de la nada, o tal vez de la penumbra, brotaron colores surtidos, cautelosos, sin querer ser vistos, como de melodías vacías y difusas que a lo lejos se divisaban. Y la pared se me hizo encima, fría, pálida, como cal helada. Y me estremecí fuerte, eufórico. Pero la pared se quebró de un sacudido.  Y cambió la perspectiva. Lo que antes era pantano, se volvió cielo, o mar,

3:33 a.m.

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Me enloquece que me mires cuando sabes que te veo. Me enloquece verte caminar apresurada cuando sé que te diriges hacia mí. Me enloquece tu pecho, cuando tu corazón acelerado te delata. Me enloquece cuando bajas la mirada y sonríes en silencio si te digo algo bonito. Me enloquece tu silencio cuando habla. Me enloquece tu voz cuando la escucho. Me enloquece tu olor, tu cabello, su fragancia. Me enloquece el brillo en el café de tu mirada. Me enloquece tu boca rosa, sin espinas ni cuartadas.  Me enloquece que tu mano encaje con la mía. Me enloquece cuando nuestros pasos son unísonos al caminar. Hay alguien que a lo lejos nos mira,  tan lejos que ni tú ni yo lo vemos, pero él nos mira sonriente. V e como entre la noche nos perdemos,  como una brisa nos balancea  de lado a lado. Él sigue allí, mirándonos , viendo como a lo lejos  ya no somos más que un pequeño reflejo  que va perdiendo su lucidez y se destiñe. Él, sentado a lo lejos, nos escribe.