Tu adiós, fue mi despedida.
Más de la mitad de mí, se quedó en ti el día que te vi partir. Razón tenía de notarte tan llena y reluciente y yo, tan vacío y sin vida. Unidos éramos elixir, solíamos estar juntos cada amanecer. De a momentos creo que me acostumbré a ti y fue así como allí quedó mi alma, enterrada dentro de ti con vida aún. Sólo aquí, hoy te digo: Tu adiós no fue tan sólo éso, fue también mi despedida, mi último soplo de aire al viento, mi último caminar con huellas hacia la eternidad. Ahora no soy más que uno más de aquellos muertos que caminan, vuelan o se arrastran; de los que mirando al cielo alto buscan en el nuevo día una nueva oportunidad sin encontrarla. Léase la inicial de cada párrafo.