C'est la vie!

La vida es más como una estación;
lugar donde vos,
sentada en un banco lejano,
observa a los viajeros atravesar
las puertas del tranvía [sin subirse].


Ni tú ni yo subimos. Nos dejamos fuera sin saber alguna vez a dónde fueron todos. Nos descubrimos solos en medio de las noches más heladas, y temblabas al hablar. Yo también temblaba, pero sin decir palabra alguna.

Sacrificamos las épocas más valiosas de nuestras vidas. Olvidamos vivir; lo dejamos a un lado. Fuimos espectadores a tiempo completo. Nunca nuestros ojos se cansaron ver, de perseguir a aquellos hombres, cuyas siluetas deformes, iban y venían, explotando en risas borrachas y tonos de piel en blanco y negro.

En ocasiones sentí ganas de subir, de largarme con ellos, repleto de maletas y despedirme de un amigo o una mujer. Ganas de despedirme de alguien y subir [y no] al tranvía, para mirar desde adentro y reflexionar también del otro lado y verte donde siempre, pero yéndome a quién sabe dónde.

Ellos quizá llegaron a vernos, sentir un poco de tristeza por nosotros que nos abandonamos tanto. Si les explicáramos de qué se trata, no entenderían. Se conforman con tan poco, que no entenderían...


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