La caza.

Destruirlo todo, para luego revolcarse en el piso y llorar. A la primera persona que pase patearle el culo. Levantarse sin ganas, como de costumbre, y mirar también sin ganas el espejo, para al fin y al cabo, no encontrarse. Desentenderse de las cosas, sobre todo, de ésas que se hacen llamar cosas. O la casa. Qué importa, sigue el fuego siendo el mismo.

Entonces ocurre que la taza. Que la taza tiene té y una figura al fondo. La taza y el fondo. Lanzar una mirada al fondo de la taza y encontrarse. ¿Y por qué no en el espejo? ¿Por qué no?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Y tal vez mañana...

Esclavitud.

A quien pueda interesar.